La relación entre el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha sido históricamente tensa, marcada por sanciones y retórica beligerante. Sin embargo, tras la reciente victoria de Trump, Maduro ha expresado su deseo de un "nuevo comienzo" en las relaciones entre ambos países, por lo cual plantea desde el lado venezolano la intención de tener acercamientos fundados desde el reconocimiento mutuo.
Por el lado estadounidense aún es un misterio si la nueva administración tendría una postura tendiente al entendimiento. Ha sido público y notorio que el gobierno demócrata de Biden tuvo una aproximación “blanda” hacia el gobierno de Maduro, en contraste con la línea de máxima presión de la administración republicana que le presidió, razón por la cual se podría proyectar que este nuevo capítulo de Trump podría reimponer una línea “dura” hacia el gobierno venezolano. No obstante, aproximarnos a esa conclusión tomando en cuenta solo cuál partido controla la Casa Blanca podría ser insuficiente ya que en la actualidad encontramos un Sistema Internacional más convulso y tendiente a la conflictividad, característica que no se apreciaba en el 2019 cuando existía una percepción de mayor equilibrio sistémico.
En la actualidad, el mundo atraviesa conflictos que ordenan la agenda de política exterior de Estados Unidos: La guerra entre Rusia y Ucrania y el conflicto de Israel con Hamás – Palestina y sus repercusiones con otros países del Medio Oriente, de estos conflictos surge una problemática en materia energética a nivel global la cual EE.UU. no puede ignorar. Asimismo, existe un tema más cercano y palpable que afecta internamente a la agenda doméstica de los estadounidenses y cuyo tratamiento debe priorizarse desde su política exterior: la creciente inmigración.
Ante esta realidad podría vislumbrarse que la nueva administración de Trump podría ser distinta ya que la dinámica interna de EE.UU. y el sistema internacional no son los mismos. Si le agregamos el carácter pragmático de Trump, su practicidad podría llevarlo a considerar entendimientos estratégicos en materia económica, energética y migratoria con Venezuela sin involucrar lo que esencialmente mueve a la dinámica del poder en relación al reconocimiento o legitimidad, esto como logro de la separación de las variables económicas de las políticas en las relaciones entre Washington y Caracas durante la administración de Biden.
Para el politólogo Rommer Ytriago “la variable ordenadora parece ser inmigración. Quizás en esa línea pueda haber un intercambio de ideas que ambos gobiernos manejen, como también el tema petróleo, Trump pareciera forzado a seguir algunas líneas de la proyección exterior de su predecesor. Europa después de haber roto lazos con un proveedor fiable como lo es Rusia, necesita de la asistencia de Estados Unidos, de la fuente en materia de hidrocarburos, aunque debo alertar que la mecánica del Fracking solo le otorga a Estados Unidos una independencia finita, que no es igual a la de Venezuela en tanto al goce del recurso”. En este orden, agregó que “dentro del ambiente de sanciones que se vive en el país, aprovechando la oportunidad de esa necesidad europea, Venezuela es un potencial socio, habrá que ver hasta qué punto hay compromiso por aliviar sanciones y cuáles son los 'beneficios' por así decirlo, para quienes dirigen la política venezolana”.
Recientemente se han generado expectativas para un sector de la sociedad venezolana en relación a la nominación del Senador Marco Rubio como secretario de Estado en la administración de Trump. Si bien es una buena noticia para los sectores que han recibido su absoluto respaldo, tal nominación debe ser analizada en su justa medida puesto que su desenvolvimiento estará directamente condicionado por los grandes problemas globales que ordena la agenda de política exterior de EE.UU. y, entendiendo que para Trump Latinoamérica no está en el foco, se podría esperar que Rubio solo se encargue de hacer cumplir los lineamientos del presidente Trump.
En concreto no se descarta un posible acercamiento entre Trump y Maduro, la dinámica relacional entre la Casa Blanca y Miraflores podría estar ordenada por los temas: migratorio y energético (petróleo y gas) en primera instancia, desde el interés estadounidense -que no se relaciona directa o principalmente con la cuestión política de la legitimidad del poder-, y en segundo lugar sí a lo que obedece al reconocimiento y/o legitimidad del presidente Maduro, lo que haría de contradicción permanente en unas relaciones que van entre la cooperación y la tensión.